1. El Linaje de las Ocho Aspas Doradas (1227 - Siglo XX)
La génesis heráldica del linaje Orueta se forjó en el fragor de la Reconquista. La leyenda fundacional narra que el 30 de noviembre de 1227, día de San Andrés, Pedro de Orueta marchó junto a otros hidalgos vizcaínos en la conquista de Baeza. Su valor no pasó desapercibido para el Rey Fernando III el Santo, quien, en un acto de gratitud, les otorgó un privilegio heráldico: el derecho a portar en sus escudos las ocho aspas de oro del santo mártir. Un análisis riguroso de los anales familiares muestra, sin embargo, una historia genealógica más compleja: los "Orueta primigenios" se extinguieron en 1636, y el linaje actual desciende de la familia Huóbil, que adoptó el apellido Orueta en el siglo XVI al residir en uno de sus caseríos. La gesta de Baeza, por tanto, permanece como la leyenda fundacional del escudo, el alma de un blasón que trascendió la sangre para ser transmitido por el honor.
Para una audiencia internacional, es preciso comprender que en España la nobleza no es una mera memoria histórica. Es un "estatus jurídico, reconocido por el Gobierno, que otorga derechos hereditarios y distinción oficial", a menudo certificado en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Así nació el blasón que se convertiría, siglos después, en el símbolo secreto de un legado educativo. Cada elemento de su escudo de armas narra una parte de sus valores:
• Gules (rojo): Simboliza la sangre derramada en combate y la fortaleza inquebrantable de sus ancestros.
• Faja de oro: Representa la coraza del guerrero, marcada por las heridas del honor y la defensa de sus ideales.
• Azur (azul): El color de la bordura significa justicia, lealtad y la búsqueda incansable de la verdad.
• Ocho aspas de San Andrés: Son el testimonio del favor real y la prueba de su participación en la gesta.
A lo largo de los siglos, la familia transformó su valor guerrero en capital intelectual. Domingo de Orueta y Aguirre (1833-1891) fundó la Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas en 1872. Su hijo, Ricardo de Orueta Duarte (1868-1939), llevó el apellido a las cumbres de la cultura, y fue él quien, estudiando en París a finales del siglo XIX, estableció el primer vínculo con Francia que resultaría profético. Sin embargo, antes de que ese futuro pudiera realizarse, el legado de honor de la familia sería puesto a prueba en una tierra sumida en el terror.